Componer música es un proceso particular; es un intento de materializar ideas momentáneamente con sonidos inmateriales buscando generar evocaciones imprecisas y caóticas en el oyente o en nosotros mismos; es el uso de una materia prima (sonido), la cual el compositor ordena de cierta manera en espacio y tiempo para encontrar coherencia, estructura o novedad, esperando que la audiencia la tome como suya y la convierta en significado.
En cierta forma, el párrafo anterior describe un diálogo invisible; un momento que se asemeja al habla y al idioma, por lo que es labor propia del compositor el ver cómo comienza esta interacción donde realmente no se dice nada, pero se puede entender mucho.
¿Cómo se construye un discurso musical?
Ésta interrogante surcó mi cabeza durante la mayor parte del mes de agosto y septiembre, lo cual pudiera parecer trágico considerando que ya estoy en mi último año en la carrera de composición. Pudiera pensarse “¿entonces cómo habías estado componiendo todo este tiempo?”, pero el meollo del asunto, querido lector, es que un compositor responde a ésta interrogante desde el lugar del “creador” o “emisor”, pero no necesariamente desde el lugar del “escucha” o “receptor”. Ahí es cuando la cosa cambia drásticamente.
En mi defensa, hasta ahora sólo había pensando en construir discursos musicales desde una perspectiva meramente técnica 1, pero mi panorama se amplió cuando la ciencia detrás de cómo funciona el cerebro humano y cómo se llevan a cabo los procesos de construcción de mensaje o significado en el receptor o audiencia entraron en consideración. Me pareció fascinante el que no hubiera pensado en esto antes; sentí como cuando buscas tus lentes, pero olvidaste que los traes en la mano.
Los párrafos anteriores salen a colación porque me encuentro componiendo una pieza para escena que gira alrededor de la idea de construcción de significados y discursos a través del sonido, la luz y el movimiento. Me pareció interesante el desmembrar los elementos que hacen posible el intercambio de ideas y la existencia de un diálogo musical.
Tiempo
El primer movimiento de mi obra nace desde la perspectiva de que un diálogo, usando cualquier medio de expresión o arte, requiere tiempo: el admirar una pintura, el bailar, el hablar, el tocar música, el escucharla…todas requieren un espacio de tiempo. Todo está dentro de él.
Es una noción interesante, ya que sale de la idea de que las cosas simplemente existen fuera de uno mismo y “la realidad” aparente. Implica que para percibir o interpretar lo que está pasando, necesito estar presente y tener tiempo de apreciar lo que está frente a mi. En el caso del sonido específicamente, es intrigante el saber que existe y no existe. Requiere un constante continuo, de lo contrario muere. Julian Treasure menciona que el sonido es la manera más simple de percibir el paso del tiempo 2; es decir, gracias al sonido puedo entender que algo ya se fue y algo está pasando.
Por otro lado, también me parece fascinante el que la percepción del paso del tiempo sea maleable. Ejemplos: usualmente se acepta que cuando estamos en provincia el tiempo parece pasar más lento que cuando estamos en la ciudad, o cuando hablamos con alguien aburrido parece que el tiempo discurre muy lentamente. En el caso de los músicos, creo que somos los maestros en el control del tiempo y su concepto; a diario lo moldeamos como plastilina para obtener los resultados deseados.
Con estas ideas en mente -y otras muchas que no sé muy bien cómo explicar por falta de tiempo 3- comencé a escribir el primer movimiento, el cual se basaría solamente en los sonidos que puede generar el piano preparado. Les pondré sólo un fragmento de lo que llevo, lo cual está pensado para danza y algunos efectos de luz. Espero poder compartir más del proceso la próxima semana, pero fuera de eso me alegra el poder estrenar la sección de Projects de mi página con este post, que espero sea el primero de muchos.