La crónica que están a punto de leer sucedió en abril de 2011, cuando aún estaba estudiando la Licenciatura en piano, tenía el cabello bastante corto y pintado de colores y ya llevaba algunos meses como la asistente de grabación en el Palacio de Bellas Artes para cubrir mi servicio social.
Evaluación sorpresa
Llegué al Palacio de Bellas Artes como dos o tres horas antes del concierto. Era sábado y se me había dicho que llegara temprano para ir preparado la consola antes de que llegaran los músicos, ya que grabaríamos un concierto internacional especial.
Una vez cumplidas mis órdenes, aproveché el aparente tiempo muerto para explorar el Palacio vacío. Aún no sé porqué esto me llenaba -llena- de cierta emoción y calma; si tuviera que describirlo, podría decirles que el deambular por éste recinto cultural legendario era como contemplar una máquina u organismo previo a arrancar o despertar, respectivamente. Creo que me encanta el contraste del silencio y majestuosidad que reina previo al bullicio y emoción que existe durante un concierto. En cierto modo la vida de un concierto es una gran forma sonata donde las secciones a grosso modo son: silencio, música y una recapitulación al silencio.
Estaba deambulando cuando cuando recibí un mensaje de que el Inge Terán 1, mi jefe, no llegaría, por lo que debía de poner los micrófonos, seleccionar su distancia, posición y ángulo, revisar la señal y todos los detalles que conllevan grabar un concierto en vivo; todo indicaba que me habían dejado a cargo de la grabación.
No era la primera vez que esto pasaba, pero lo que no sabía es que estaba siendo evaluada. El Inge Terán me había dejado como “examen de graduación” el hacerme cargo de la grabación del concierto del renombrado y gran compositor Krzysztof Penderecki con la igualmente afamada Sinfonía Varsovia en Bellas Artes. Lo cual también conllevó hablar con la productora del evento, algunos de los músicos y platicar con las personas que entraban de curiosos a la cabina para ver qué se estaba haciendo.
Afortunadamente todo estaba en su lugar y funcionando cuando los músicos comenzaron a llenar los camerinos con sus pertenencias. La impresión que me dieron tras bambalinas fue interesante: había un orden invisible en sus movimientos y había silencio. Esto fue lo que más me sorprendió, ya que muchos músicos calientan antes de entrar a escena; hay emoción tras el telón y expectación en el ambiente, pero con ellos era diferente. El silencio que los rodeaba era como un halo que les permitía entrar en estado de concentración general; había seriedad, pero también mucha seguridad de quiénes eran, qué eran capaces de lograr y qué hacían ahí. Supongo que el saberse “apadrinados” y acompañados por Penderecki les imponía cierto comportamiento.
Honestamente, no puedo escribir sobre el ambiente y la recepción del público a dichas interpretaciones; yo me encontraba en la cabina de grabación observando el monitor de video que mostraba solamente el escenario mientras grababa y escuchaba la música a través de dos monitores Genelec. Lo que sí puedo hacer, es compartirles lo que escribí al Inge Terán días después del concierto:
¿Mis comentarios? Bien, pues la verdad lo que más me gustó del concierto de Penderecki con la Sinfonía Varsovia fue el material polaco. ¡Qué intensidad! ¡Qué carácter! Hubo detallitos minúsculos en general, pero la interpretación fue verdaderamente envolvente…me llenaron los oídos y con muy buena música. Buenazos.
Tchaikovsky no me agrado del todo. Tocaron excelente, pero siento que algo faltó ahí para que fuera igual de genial que el repertorio polaco, aunque tuvieron sus momentos de ¡wow!.
El encore me encantó porque es una de mis piezas preferidas: el allegro molto del cuarteto No. 8 de D. Shostakovich. Muy intenso, seco (en los ataques, lo cual me pareció muy bien) y ‘poderoso’ por usar orquesta de cuerdas para la pieza, pero debo decir que me quedo con la versión que tengo del Hagen Quartet. Admirable lo que escuche, la verdad, fue como un cuarteto maximizado en intensidad para bien.
Como diría usted: lo que se escuchó en la sala no me importó, en el estudio se escuchaba bastante bien y agradable. De hecho, después de que puse los faders a un volumen bueno (según yo), lo único que hice fue escuchar y poner markers.
Leer esto me hace sonreír porque se nota la juventud que tenía y la franqueza de mis breves observaciones. Curiosamente ahora lo que más me gusta de mi grabación es el Souvenir de Florence, por lo que leer que en aquel entonces me gustó más la primera parte del concierto me parece muy interesante.
No me parece pertinente agregar una opinión sobre el repertorio, ya que el presente texto es más bien una crónica de un momento específico y no una crítica de la música que se interpretó.
Por otro lado, otra cosa curiosa es que no hago mención de cuando pude conocer brevemente al Mtro. Penderecki; tal vez fue así porque cuando conozco a “personalidades” me dan como shocks de energía en los cuales entro en piloto automático y no recuerdo todo; sólo quedan retazos. Para ésta ocasión, sé que Orly, la productora del evento, me dejó pasar diciendo que no podría estar mucho tiempo porque el Maestro estaba cansado. Entré al camerino principal, en donde el Maestro estaba sentado frente al espejo, me presentaron brevemente con él, me acerqué de manera mecánica, le estreché la mano, lo felicité, le dije que había grabado su concierto y al final le pedí una foto. Orly la sacó rápidamente y así como entré al camerino, salí. Al día siguiente, se le entregó una copia de la grabación.
En fin, les comparto dos fragmentos de audio que ya había subido a las redes hace tiempo -pero sin realmente querer que alguien supiese el contexto- y la foto que me pude sacar con el Mtro. Penderecki para conmemorar un concierto que me marcó y del que afortunadamente tengo un disco que sirve de grato recuerdo y de graduación sonora.
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Un gran abrazo al Inge si lee este texto :D los que no sepan de él…los compadezco, pero sepan que es un reconocidísimo ingeniero de audio y una gran persona. ↩