Pregunta a E. Jean: ¿Cómo terminar esta relación? Sé que cometí un error, pero no esperaba una reacción tan ponzoñosa.
Me encuentro emocionalmente muy mal, ya que ayer tuve un encuentro con la que hago llamar “Piacere” y me ha dejado en trance. Necesito tu consejo:
Todo iba bien con la promesa que le había hecho de no dejarla, pero debo admitirte que hubo un momento en el que notó mis dudas porque, como sabes, el “Tiempo” pasó y me dio miedo seguir con lo dicho.
Sé que eso no me favorece, pero déjame contar lo que pasó cuando la volví a ver en persona; sólo así sabrás porqué tengo mis dudas: entré a una sala oscura para esperarla cuando escuché sus pasos orquestales en tutti; parecían acercarse in crescendo amenazantes hacia mi. Los músicos eran su séquito, el cual usaba secuencias, repeticiones y cambios entre forte y piano para retarme. Su entrada convertía aquel espacio en una especie de jaula de oro firme e invisible llena de recovecos que permitían escuchar ecos por doquier. A la que llamo “Piacere” creó este escenario como si fuese una serpiente delimitando su territorio antes de morder, ya que no buscaba un diálogo, buscaba mi juicio.
Después de un breve silencio me dijo con una voz seductora pero envenenada: “Tu juraste que nunca me dejarías, o el dolor que sea tu merced”. Su objetivo al pronunciar esas palabras parecía ser el envolverme y seducirme con el muy expresivo sonido de su voz, mientras me juzgaba y condenaba con el significado de sus palabras. Un violín solista acompañó a su discurso desde el inicio y reforzaba ese efecto subyugador en mi; ambos cantos me envolvían y estrujaban muy discretamente; se complementaban y se reforzaban entre sí con su línea dolente, pero sensual. Después de una breve pausa, ella volteó y sorpresivamente me echó en cara: “¡Tu lo juraste!”. El absoluto silencio que vino después exigía una respuesta de mi parte, pero no encontré palabras; me encontraba en estado de hipnosis frente a tal discurso, a tal hechizo: a tal música.
Perdí noción del tiempo y cuando pensé que mi juicio había acabado, su voz rompió el breve silencio para reprocharme algo más en una sección totalmente nueva y contrastante. Aquí te confieso que pensaba por fin ver a “Piacere” perder su compostura y elegancia para estrujarme violentamente cual pitón, ya que me dijo amenazante, enfurecida y en secuencia ascendente: “si resuelves ya no amarme más…”. Mi sangre hervía en anticipación, pero ante tal tensión, ella decidió cruelmente soltarme brevemente usando una melodía dulce y condescendiente que descendía y se deslizaba poco a poco en mis oídos para advertirme: “conoce que el castigo viene para los que no tienen fe”.
A estas alturas, te aseguro que el violín solista y los demás instrumentos también parecían haber caído a la merced de su voz hipnótica, siendo siempre sus intervenciones una servil consecuencia a su liderazgo. No era en absoluto un diálogo tipo pregunta–respuesta: era una sola acción de su parte y la reacción de todos los demás a sus pies.
Cuando reconocí la entrada al ritornello en los pasos firmes de los bassi, entendí porqué “Piacere” no había decidido asfixiarme antes: aún no había acabado conmigo. Su recapitulación le serviría ahora para hacerme sentir su desprecio teniendo el placer de torturarme por mi fatal duda; esta vez sentí con mayor claridad el frío de sus palabras encendidas al enredarse y deslizarse en mis oídos para intentar sufocarme no de simple dolor, sino de un placer dolido, rechazado y enfurecido.
Aquí es donde necesito tu ayuda ¿qué debo hacer ahora para terminar en paz? ¿fue todo esto violencia psicológica? Creo que cualquiera que leyera esto supondría que sí, hasta pienso que Benedetto Pamphili puso tales calumnias en su boca para causarme tal conflicto, pero créeme que si hubieras estado ahí para escuchar esto conmigo, entenderías que más quería quedarme a escucharla injuriarme con tal mezcla de crueldad y delicadeza, que irme e ignorar el gran efecto que causé por mi cobardía.
—La Belleza
Mi querida Bel: Lo que presenciaste fue el arranque de una persona que aspiraba encarnar la sensación que conocemos como placer. Además, todo indica que ella sigue totalmente el estilo barroco al querer apelar a tu reacción emocional con su canto para hacerte reflexionar sobre tus acciones. El que le ayudó a lograr esto musicalmente fue G. F. Handel (1685–1759), quien con su música logró darle al placer una voz humana con hermosas líneas melódicas provocadoras y envolventes que seducían al oído sin agredirlo, pero que bien reflejan un ardor y deseo de venganza.
Por otro lado, no estabas perdida al reconocer las palabras de Benedetto Pamphili (1653–1730) detrás de la música de Handel. Esto me recuerda que, como Pamphili era cardenal de la Iglesia Católica en Roma, no es de sorprenderse que decidiera encarnar a “Piacere” como un personaje superficial, convenenciero, provocador y sensual. Recuerda que la intención de un oratorio barroco era el de difundir la moral eclesiástica de la época entre los asistentes aristocráticos y de clase alta que iban a las puestas en escena de este tipo.
Entiendo porqué no me diste detalles de la armonía, organicidad o estructura más formal de tu encuentro: es una clara forma binaria con recapitulación y sin usos novedosos de modulación o armonía, pero detrás de su aparente y engañosa simpleza estructural, yace una carga moral, emocional y discursiva digna del canon occidental, ya que lo que nos compartiste es realmente un aria que apela a un diálogo entre la solista y el público. “¡Tú lo juraste!” es un reclamo que realmente puede estar dirigido a cualquiera de nosotros. Es una oración que usa música, letras y alegoría para apelar a la justicia y rectitud que se creía inherente en cualquier ser humano: que exhibe el humanismo de una época que llama al buen corazón que yace en lo profundo de la audiencia hipnotizada frente al extraño hechizo que el placer de la música provoca en los oídos.
Me resulta curioso el saber que al final de tu encuentro, la obra fue el ganador indiscutible de esta afrenta, por lo que si me pides decirte cómo terminar en paz esta relación, sólo te diría: el tiempo y el placer son percepciones humanas que encuentran inmortalidad y validación en las grandes obras de arte, por lo que si te sabes mortal, no queda más que admirar la obra que pasó frente a ti hasta que tu termines tu relación terrenal con ella, ya que ella jamás lo hará por ti.
φ E. Jean
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Discografía:
Handel, G.F.: Il Trionfo del Tempo e del Disinganno (2 CDS) (2013), Gemma Bertagnolli, Rinaldo Alessandrini y el Concerto Italiano, Naïve Classics. “Tu giurasti di mai non lasciarmi”, disco 2, track 6.